¿Cuáles son los argumentos a favor del Santo Magisterio?

¿Cuál es la mejor evidencia que tienen los católicos de que Jesús comenzó un ministerio petrino con Pedro que sigue a la sucesión?

Pregunta adicional: ¿Quién sucedió a Peter?

Normalmente debería limitarse a una pregunta por publicación. Uno podría incorporar bastante bien el ministerio petrino del Papa a la pregunta principal. Sin embargo, los subconjuntos más diversos pueden hacer que una respuesta sea muy laboriosa.

Respuestas (1)

¿Cuáles son los argumentos a favor del Magisterio de la Enseñanza de la Iglesia?

En primer lugar, ¿qué es el Magisterio de la Iglesia?

Magesterio

Definición

La autoridad docente de la Iglesia, conferida a los obispos, como sucesores de los Apóstoles, bajo el Romano Pontífice, como sucesor de San Pedro. También recae en el Papa, como Vicario de Cristo y cabeza visible de la Iglesia Católica. (Etym. Latín magister, maestro.)

Magisterio Ordinario

Definición

El oficio de magisterio de la jerarquía bajo el Papa, ejercido normalmente, es decir, a través de los medios regulares de instrucción de los fieles. Estos medios son todos los canales habituales de comunicación, ya sean escritos, orales o prácticos. Cuando el magisterio ordinario es también universal, es decir, destinado colectivamente a todos los fieles, también es infalible.

Magisterio extraordinario

Definición

El oficio de magisterio de la Iglesia se ejerce de manera solemne, como en las declaraciones formales del Papa o de los concilios ecuménicos de obispos aprobados por el Papa. Cuando el magisterio extraordinario toma la forma de definiciones papales o decisiones conciliares vinculantes para la conciencia de todos los fieles en materia de fe y moral, es infalible.

La Iglesia necesita un órgano oficial de enseñanza ya esto lo llamamos Magisterio .

Tradición y Magisterio Viviente

La palabra tradición (griego paradosis ) en el sentido eclesiástico, que es el único en que se usa aquí, se refiere a veces a la cosa (doctrina, relato o costumbre) transmitida de una generación a otra; a veces al órgano o modo de la transmisión ( kerigma ekklisiastikon , predicatio ecclesiastica ).

En el primer sentido es una antigua tradición que Jesucristo nació el 25 de diciembre, en el segundo sentido la tradición relata que en el camino del Calvario una mujer piadosa limpió el rostro de Jesús. En el lenguaje teológico, que en muchas circunstancias se ha hecho corriente, hay aún mayor precisión y esto en innumerables direcciones. Al principio solo se trataba de tradiciones que afirmaban tener un origen divino, pero posteriormente surgieron cuestiones de tradición oral como distinta de la escrita, en el sentido de que una doctrina o institución determinada no depende directamente de las Sagradas Escrituras como su fuente, sino solo de la tradición oral. enseñanza de Cristo o de los Apóstoles. Finalmente, en cuanto al órgano de la tradición, debe ser un órgano oficial, un magisterio o autoridad docente.

Ahora bien, a este respecto hay varios puntos de controversia entre los católicos y todos los protestantes. ¿Toda la verdad revelada está consignada en la Sagrada Escritura? ¿o puede, debe admitirse que Cristo dio a sus Apóstoles para que las transmitieran a su Iglesia, que los Apóstoles recibieron o de los mismos labios de Jesús o por inspiración o Revelación, instrucciones divinas que transmitieron a la Iglesia y que fueron no está comprometido con los escritos inspirados? ¿Debe admitirse que Cristo instituyó a su Iglesia como órgano oficial y auténtico para transmitir y explicar en virtud de la autoridad divina la Revelación hecha a los hombres? El principio protestante es: La Biblia y nada más que la Biblia; la Biblia, según ellos, es la única fuente teológica; no hay verdades reveladas salvo las verdades contenidas en la Biblia; según ellos la Biblia es la única regla de fe: por ella y sólo por ella deben resolverse todas las cuestiones dogmáticas; es la única autoridad vinculante. Los católicos, por otro lado, sostienen que puede haber, que de hecho hay, y que necesariamente debe haber ciertas verdades reveladas además de las contenidas en la Biblia; sostienen además que Jesucristo ha establecido de hecho, y que para adecuar los medios al fin debió establecer, un órgano vivo tanto para transmitir la Escritura y la Revelación escrita como para poner al alcance de todos siempre y en todas partes la verdad revelada. Tales son, a este respecto, los dos principales puntos de controversia entre los católicos y los llamados protestantes ortodoxos (a diferencia de los protestantes liberales, que no admiten ni la Revelación sobrenatural ni la autoridad de la Biblia).

Entre los católicos y las sectas cristianas de Oriente no hay las mismas diferencias fundamentales, ya que ambas partes admiten la institución divina y la autoridad divina de la Iglesia con el sentido más o menos vivo y explícito de su infalibilidad e indefectibilidad y sus demás prerrogativas docentes, pero hay disputas sobre los portadores de la autoridad, la unidad orgánica del cuerpo docente, la infalibilidad del papa y la existencia y naturaleza del desarrollo dogmático en la transmisión de la verdad revelada. Sin embargo, la teología de la tradición no consiste enteramente en controversias y discusiones con adversarios. Muchas preguntas surgen al respecto para todo católico que quiera dar cuenta exacta de su creencia y de los principios que profesa: ¿Cuál es la relación precisa entre la tradición oral y las verdades reveladas en la Biblia y entre el magisterio vivo y las Escrituras inspiradas? ¿Pueden entrar nuevas verdades en la corriente de la tradición, y cuál es la parte del magisterio con respecto a las revelaciones que Dios aún puede hacer? ¿Cómo está organizado este magisterio oficial y cómo reconocer una tradición divina o una verdad revelada? ¿Cuál es su papel propio con respecto a la tradición? ¿Dónde y cómo se conservan y transmiten las verdades reveladas? ¿Qué sucede con el depósito de la tradición en su transmisión a través de las edades? Estas y otras preguntas similares se tratan en otra parte de la ENCICLOPEDIA CATÓLICA,

Los siguientes son los puntos a tratar:

I. La existencia de tradiciones divinas no contenidas en la Sagrada Escritura, y la institución divina del magisterio viviente para defender y transmitir la verdad revelada y la prerrogativa de este magisterio;

II. La relación de la Escritura con el magisterio viviente, y del magisterio viviente con la Escritura;

tercero El modo propio de existencia de la verdad revelada en la mente de la Iglesia y la manera de reconocer esta verdad;

IV. La organización y ejercicio del magisterio vivo; su papel preciso en la defensa y transmisión de la verdad revelada; sus límites y modos de acción;

V. La identidad de la verdad revelada en las variedades de fórmulas, sistematización y desarrollo dogmático; la identidad de la fe en la Iglesia ya través de las variaciones de la teología.

Un tratamiento completo de estas cuestiones requeriría un largo desarrollo; aquí sólo se puede dar un breve resumen, remitiendo al lector a obras especiales para una explicación más completa.

Tradiciones divinas no contenidas en la Sagrada Escritura; institución del magisterio viviente; sus prerrogativas:

Las prerrogativas de esta autoridad docente están suficientemente claras en los textos y en cierta medida están implícitas en la institución misma. La Iglesia, según la Epístola de San Pablo a Timoteo, es columna y baluarte de la verdad; los Apóstoles y en consecuencia sus sucesores tienen derecho a imponer su doctrina; quien rehúsa creer en ellas será condenado, quien rehúsa algo naufraga en la Fe. Esta autoridad es por lo tanto infalible. Y esta infalibilidad está garantizada implícita pero directamente por la promesa del Salvador: "He aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta la consumación del mundo". Brevemente, la Iglesia continúa a Cristo en su misión de enseñar como en su misión de santificar; su poder es el mismo que recibió de su Padre y, como Él vino lleno de verdad no menos que de gracia, la Iglesia es igualmente una institución de verdad como es una institución de gracia. Esta doctrina estaba destinada a ser difundida por todo el mundo a pesar de tantos obstáculos de todo tipo, y el cumplimiento de la tarea requirió milagros. Así dio Cristo a sus Apóstoles el poder milagroso que garantizaba su enseñanza. Como Él mismo confirmó sus palabras con sus obras, quiso que también ellas presentaran con su doctrina motivos intachables de credibilidad. Sus milagros fueron los sellos divinos de su misión y su apostolado. El sello Divino siempre ha sido estampado en la autoridad docente. No es necesario que todo misionero haga milagros, la Iglesia misma es un milagro siempre vivo, que lleva siempre en su frente el testimonio irreprochable de que Dios está con ella. la Iglesia es tanto una institución de verdad como una institución de gracia. Esta doctrina estaba destinada a ser difundida por todo el mundo a pesar de tantos obstáculos de todo tipo, y el cumplimiento de la tarea requirió milagros. Así dio Cristo a sus Apóstoles el poder milagroso que garantizaba su enseñanza. Como Él mismo confirmó sus palabras con sus obras, quiso que también ellas presentaran con su doctrina motivos intachables de credibilidad. Sus milagros fueron los sellos divinos de su misión y su apostolado. El sello Divino siempre ha sido estampado en la autoridad docente. No es necesario que todo misionero haga milagros, la Iglesia misma es un milagro siempre vivo, que lleva siempre en su frente el testimonio irreprochable de que Dios está con ella. la Iglesia es tanto una institución de verdad como una institución de gracia. Esta doctrina estaba destinada a ser difundida por todo el mundo a pesar de tantos obstáculos de todo tipo, y el cumplimiento de la tarea requirió milagros. Así dio Cristo a sus Apóstoles el poder milagroso que garantizaba su enseñanza. Como Él mismo confirmó sus palabras con sus obras, quiso que también ellas presentaran con su doctrina motivos intachables de credibilidad. Sus milagros fueron los sellos divinos de su misión y su apostolado. El sello Divino siempre ha sido estampado en la autoridad docente. No es necesario que todo misionero haga milagros, la Iglesia misma es un milagro siempre vivo, que lleva siempre en su frente el testimonio irreprochable de que Dios está con ella.

La relación de la Escritura con el magisterio viviente, y del magisterio viviente con la Escritura:

Esta relación es la misma que existe entre el Evangelio y la predicación apostólica. Cristo se sirvió de la Biblia, apeló a ella como a una autoridad irrefutable, la explicó, la interpretó y le dio la clave, con ella iluminó su propia doctrina y misión. Los Apóstoles hicieron lo mismo cuando hablaron a los judíos. Ambos bandos tenían acceso a las Escrituras en un texto admitido por todos, ambos reconocían en ellos una autoridad divina, como en la misma palabra de Dios. Este era también el camino de los fieles en sus estudios y discusiones; pero con los paganos y los incrédulos era necesario comenzar por presentar la Biblia y garantizar su autoridad: la doctrina cristiana acerca de la Biblia debía ser explicada a los fieles mismos, y demostrada la garantía de esta doctrina. La Biblia había sido confiada al cuidado del magisterio vivo. A la Iglesia le correspondía custodiar la Biblia, presentarla a los fieles en ediciones autorizadas o traducciones exactas, a ella le correspondía dar a conocer la naturaleza y el valor del Libro Divino declarando lo que sabía acerca de su inspiración e infalibilidad, Ella debía dar la clave explicando por qué y cómo había sido inspirada, cómo contenía la Revelación, cómo el objeto propio de esa Revelación no era la instrucción puramente humana sino una doctrina religiosa y moral con miras a nuestro destino sobrenatural y los medios para alcanzarla, cómo, siendo el Antiguo Testamento preparación y anuncio del Mesías y de la nueva dispensación, se pueden encontrar bajo la cáscara de la letra significados típicos, figuras y profecías. Correspondía a la Iglesia, en consecuencia, determinar el canon auténtico, especificar las reglas y condiciones especiales de interpretación, pronunciarse en caso de duda sobre el sentido exacto de un libro o texto dado, e incluso cuando fuera necesario salvaguardar el carácter histórico, valor profético o apologético de un texto o pasaje dado, pronunciarse en ciertas cuestiones de autenticidad, cronología, exégesis o traducción, ya sea para rechazar una opinión que comprometa la autoridad del libro o la veracidad de su doctrina o para mantener un cuerpo dado de la verdad revelada contenida en un texto dado. Correspondía sobre todo a la Iglesia hacer circular el Libro Divino acuñando su doctrina, adaptándola y explicándola, ofreciéndola y sacando de ella alimento para nutrir las almas, en breve complementando el libro, sirviéndose de él, y ayudar a otros a hacer uso de ella. Esta es la deuda de la Escritura con el magisterio vivo.

Por otro lado, el magisterio vivo debe mucho a la Escritura. Allí encuentra la palabra de Dios, por así decirlo, tal como fue expresada bajo la agencia divina por el autor inspirado; mientras que la tradición oral, aunque transmite fielmente la verdad revelada con la asistencia divina, sin embargo la transmite sólo en fórmulas humanas. La Escritura nos da, sin lugar a dudas, en cierta medida una expresión humana de la verdad que presenta, ya que esta verdad se desarrolla en y por un cerebro humano que actúa de manera humana, pero también en cierta medida divina, ya que este desarrollo humano tiene lugar enteramente bajo la acción de Dios. Así también con la debida proporción se puede decir de la palabra inspirada lo que Cristo dijo de la suya: Es espíritu y vida. En un sentido que difiere del sentido protestante que a veces llega a deificar la Biblia, pero, en un sentido verdadero, admitimos que Dios nos habla en la Biblia más directamente que en la enseñanza oral. Este último, además, siempre fiel a las recomendaciones que San Pablo hizo a su discípulo Timoteo, no deja de recurrir a las fuentes bíblicas para su instrucción y de sacar de allí la doctrina celestial, para tomar de allí con la doctrina un seguro, siempre -Expresión joven y siempre viva de esta doctrina, más adecuada que cualquier otra a pesar de la inevitable inadaptación de las fórmulas humanas a las realidades divinas. En manos de los maestros, la Escritura puede convertirse en una afilada arma defensiva y ofensiva contra el error y la herejía. Cuando surge una controversia, se recurre primero a la Biblia. Frecuentemente, cuando se encuentran textos decisivos, los maestros los manejan hábilmente y de tal manera que demuestran su fuerza irresistible. Si no se encuentra ninguno con la claridad necesaria, no se abandona la ayuda de la Escritura. Guiado por el claro sentido de la verdad viva y luminosa que lleva en sí mismo, por su semejanza a la fe defendida en la necesidad contra el error por la asistencia divina, el magisterio viviente se esfuerza, explica, argumenta y, a veces, sutiliza para sacar adelante textos que, si carecen de un valor independiente y absoluto, tienen una fuerza ad hominem, o valor, a través de la autoridad del intérprete auténtico, cuyo pensamiento mismo, si no está, o no está claramente, en la Escritura, sin embargo se destaca con una distinción o nueva claridad en esta manipulación de la Escritura, por este contacto con ella.

El modo propio de existencia de la verdad revelada en la mente de la Iglesia y la manera de reconocer esta verdad:

Hay una fórmula corriente en la enseñanza cristiana (y la fórmula está tomada del mismo San Pablo) según la cual la verdad tradicional fue confiada a la Iglesia como un depósito que custodiaría y transmitiría fielmente tal como la había recibido sin añadirle ni quitarle nada. lejos. Esta fórmula expresa muy bien uno de los aspectos de la tradición y una de las funciones principales del magisterio vivo. Pero esta idea de depósito no debe hacernos perder de vista la verdadera manera en que la verdad tradicional vive y se transmite en la Iglesia. Este depósito, de hecho, no es una cosa inanimada que se pasa de mano en mano; no es, propiamente hablando, un conjunto de doctrinas e instituciones consignadas en libros u otros monumentos. Los libros y los monumentos de todo tipo son un medio, un órgano de transmisión, no son, propiamente hablando, la tradición misma. Para comprender mejor esto último hay que representarlo como una corriente de vida y de verdad que viene de Dios por medio de Cristo y de los Apóstoles hasta el último de los fieles que repite su credo y aprende su catecismo. Esta concepción de la tradición no siempre es clara para todos a primera vista. Debe alcanzarse, sin embargo, si queremos formarnos una idea clara y exacta. Podemos esforzarnos en explicárnoslo a nosotros mismos de la siguiente manera: todos somos conscientes de un conjunto de ideas u opiniones que viven en nuestra mente y forman parte de la vida misma de nuestra mente, a veces encuentran su expresión clara, nuevamente nos encontramos a nosotros mismos. sin la fórmula exacta con la que expresarlos a nosotros mismos o a los demás, una idea está en busca de su expresión, por así decirlo. a veces incluso actúa en nosotros y nos conduce a acciones sin que tengamos todavía la conciencia reflexiva de ello. Algo similar puede decirse de las ideas u opiniones que viven, por así decirlo, y agitan el sentimiento social de un pueblo, una familia o cualquier otro grupo bien caracterizado para formar lo que se llama el espíritu del día, el espíritu del día. una familia, o el espíritu de un pueblo.

La organización y ejercicio del magisterio vivo; su papel preciso en la defensa y transmisión de la verdad revelada, sus límites y modos de acción:

Un estudio más detenido del magisterio vivo nos permitirá comprender mejor el espléndido organismo creado por Dios y gradualmente desarrollado para que pueda conservar, transmitir y poner al alcance de toda la verdad revelada, siempre la misma, pero adaptada a cada variedad de tiempo, circunstancias y entorno. Propiamente hablando, este magisterio es una autoridad docente; no sólo presenta la verdad, sino que tiene el derecho de imponerla, ya que su poder es el mismo poder dado por Dios a Cristo y por Cristo a su Iglesia. Esta autoridad se llama la Iglesia docente. La Iglesia docente se compone esencialmente del cuerpo episcopal, que continúa aquí abajo la obra y misión del Colegio Apostólico. En efecto, Cristo agrupó a sus Apóstoles en forma de colegio o cuerpo social, y es también como cuerpo social que el episcopado ejerce su misión de enseñar. La infalibilidad doctrinal ha sido garantizada al cuerpo episcopal y a la cabeza de ese cuerpo como fue garantizada a los Apóstoles, con la diferencia, sin embargo, entre Apóstoles y obispos de que cada Apóstol era personalmente infalible (en virtud de su misión extraordinaria como fundador y la plenitud del Espíritu Santo recibida en Pentecostés por los Doce y luego comunicada a San Pablo como a los Doce), mientras que sólo el cuerpo de obispos es infalible y cada obispo no lo es, sino en la medida en que enseña en comunión y concierto con todo el cuerpo episcopal.

A la cabeza de este cuerpo episcopal está la suprema autoridad del Romano Pontífice, sucesor de San Pedro en su primado como lo es en su sede.Como autoridad suprema en el cuerpo docente, que es infalible, él mismo es infalible. El cuerpo episcopal es también infalible, pero sólo en unión con su cabeza, de la que además no puede separarse, ya que hacerlo sería separarse del fundamento sobre el que se edifica la Iglesia. La autoridad del Papa puede ejercerse sin la cooperación de los obispos, y esto incluso en decisiones infalibles que tanto los obispos como los fieles están obligados a recibir con la misma sumisión. La autoridad de los obispos puede ejercerse de dos maneras; ahora cada obispo enseña al rebaño que le ha sido confiado, de nuevo los obispos se reúnen en consejo para redactar juntos y aprobar decretos doctrinales o disciplinarios. Cuando todos los obispos del mundo católico (esta totalidad debe entenderse como moralmente hablando; basta que toda la Iglesia esté representada) se reúnen así en concilio, el concilio se llama ecuménico. Los decretos doctrinales de un concilio ecuménico, una vez que son aprobados por el Papa, son infalibles como lo son las definiciones ex cathedra del soberano pontífice. Aunque los obispos, tomados individualmente, no son infalibles, su enseñanza participa de la infalibilidad de la Iglesia en cuanto enseñan en concierto y en unión con el cuerpo episcopal, es decir, en cuanto expresan no sus ideas personales, sino el pensamiento mismo de la Iglesia. Iglesia.