¿Está permitido avergonzar a un ladrón?

Aquí hay una historia que presencié:

Alguien que intentaba sacar su automóvil del estacionamiento público al lado de su edificio encontró el camino bloqueado por dos automóviles estacionados justo en la rampa de salida, cuyos dueños fueron al Shul cercano para rezar Maariv. Entró en el shul y, al encontrar el minyan en medio de Shma, golpeó la Bimah y anunció que alguien estaba bloqueando el camino de entrada y que no podía salir. Uno de los conductores responsables se levantó rápidamente y movió el auto. Presumiblemente, el conductor infractor estaba avergonzado frente a todo el shul. Me hizo preguntarme si la persona "atascada" tenía derecho a hacer esto.

Mi pregunta, en un sentido más general, es: si alguien te robó algo (en este caso, era el acceso a la calle y su tiempo), ¿está permitido avergonzar a quien lo hizo para rectificar el problema? ¿situación?

Si fuera yo el que bloqueara el camino (no lo fue), no me avergonzaría; me alegraría de que vinieran a buscarme en lugar de quedarme sentado y molesto. Sé que hice algo mal y acepté el riesgo, con la esperanza de que, dado que Maariv es corto, no molestaría a nadie.
Me recuerda a este artículo sobre aparcar en una parcela reservada para minusválidos

Respuestas (1)

¿Cómo sabría que la persona responsable rectificaría la situación (y no otra persona)?

Ver aquí que enfatiza la importancia de no causar vergüenza.

Demuestra la excelente cualidad de tomar la vergüenza en lugar del culpable.

El rabino Yehuda Hanassi (Rebbie) sintió un olor inquietante a ajo un día mientras estaba dando una conferencia y solicitó que la fuente del olor ofensivo abandonara la habitación. Rabí Chiya salió inmediatamente de la habitación y los otros discípulos siguieron su ejemplo. A la mañana siguiente, el hijo de Rebbie, Shimon, retó al rabino Chiya por irritar a su padre con el olor a ajo. El rabino Chiya luego explicó que él nunca habría hecho algo tan desconsiderado y solo se habría ido para salvar al verdadero culpable de la vergüenza.

Esta tradición de arriesgarse a la vergüenza personal para salvar a otro de la vergüenza se remonta a través de las generaciones talmúdicas desde el rabino Chiya hasta el rabino Meir y el sabio Shmuel Hakatan hasta llegar a Moshe Rabbeinu y Yehoshua. Sanedrín 11a